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lunes, 6 de septiembre de 2010

ASTORGA-O CEBREIRO

115 km., 8'45 h.
Llega la etapa más deseada también la más temida de todas, no era la distancia a recorrer 120 km, estaba habituado a kilometradas más grandes, pero también fue una buena distancia, ya era todo en general, el perfil más de 1.100 m., acumulado, el estado de la carretera, el estado físico y anímico, las fuerzas ya escaseaban y el ascender 2 puertos importantes no era lo más deseado para estos momentos, pero los deseos de completar la jornada eran más fuertes que todo eso, así que deje de pensar en esos detalles.

No había dolor a la salida en Astorga, eso lo dejo para el ascenso que a pesar de no pensar llega silencioso a todo el cuerpo, el ascenso al puerto del Acebo fue épico, al principio lo tomé con calma, pero esa calma se esfuma de repente cuando a lo lejos veo los primeros ciclistas, sin querer acelero la marcha hasta superarlos, no eran piques ni deseos de superioridad, eso es algo que siempre llevo conmigo, dejo unos y veo otros, fue como la goma en el ciclismo que al final acabo pagando.
Durante el ascenso tengo que hacer varias paradas, eso es poco deseado ya que empezar en cuesta es muy duro, pero el final del puerto esta cerca y me ayuda a superar este bajón físico.

La Cruz de Ferro no es una gran catedral, ni una basílica, ni siquiera una ermita, tan solo es un montón de piedras en el que esta clavado un madero y en su extremo superior esta la oxidada cruz, llegas roto pero sales como nuevo, este lugar tiene algo especial, es algo espiritual, algo que llena el alma, te da fuerza y vuelves a la carretera nuevo, para mí fue el punto más emblemático de todo mi recorrido, incluso más que la plaza do Obradoiro.

El descenso también fue especial y doloroso, mal asfaltado de la carretera, muy sinuoso, fueron 2 caídas, pero pudieron ser alguna mas, la llegada a Ponferrada fue un poco nuboso a consecuencia del cansancio del dolor, del calor, pero aun tengo fuerzas para continuar y alcanzar la base del puerto de Pedrafita do Cebreiro, donde paramos para comer.

Fueron casi 2 horas de parada, lo cierto es que no podía ser menos, comienzo el puerto con suavidad quería llegar bien y poder disfrutar del ascenso y fue así , en el camino también supero a varios ciclistas, pero esta vez sin cegarme, los supero sin cambiar de ritmo, eso me daba ánimos y pensaba que no andaba tan mal.


O Cebreiro me recibe con un calor asfixiante y mucha humedad, a pesar de ser casi las 18’00 h., después de 12 h. alcanzo me objetivo, había mucho ambiente peregrino, miraban con curiosidad y un poco de sorpresa, cada loco con su tema pensaría alguno.

No tenía mucho tiempo para descansar, así que una ducha una buena cena y cama, mañana habría otra jornada durísima, el territorio gallego es muy ondulado, me esperaban 1.200 m., de desnivel acumulado en 4 ó 5 ascensos, pero eso será otra historia.

La Cruz de Ferro:
Llega la etapa más deseada también la más temida de todas, no era la distancia a recorrer 120 km, estaba habituado a kilometradas más grandes, pero también fue una buena distancia, ya era todo en general, el perfil más de 1.100 m., acumulado, el estado de la carretera, el estado físico y anímico, las fuerzas ya escaseaban y el ascender 2 puertos importantes no era lo más deseado para estos momentos, pero los deseos de completar la jornada eran más fuertes que todo eso, así que deje de pensar en esos detalles.

No había dolor a la salida en Astorga, eso lo dejo para el ascenso que a pesar de no pensar llega silencioso a todo el cuerpo, el ascenso al puerto del Acebo fue épico, al principio lo tomé con calma, pero esa calma se esfuma de repente cuando a lo lejos veo los primeros ciclistas, sin querer acelero la marcha hasta superarlos, no eran piques ni deseos de superioridad, eso es algo que siempre llevo conmigo, dejo unos y veo otros, fue como la goma en el ciclismo que al final acabo pagando.

Durante el ascenso tengo que hacer varias paradas, eso es poco deseado ya que empezar en cuesta es muy duro, pero el final del puerto esta cerca y me ayuda a superar este bajón físico.

La Cruz de Ferro no es una gran catedral, ni una basílica, ni siquiera una ermita, tan solo es un montón de piedras en el que esta clavado un madero y en su extremo superior esta la oxidada cruz, llegas roto pero sales como nuevo, este lugar tiene algo especial, es algo espiritual, algo que llena el alma, te da fuerza y vuelves a la carretera nuevo, para mí fue el punto más emblemático de todo mi recorrido, incluso más que la plaza do Obradoiro.

El descenso también fue especial y doloroso, mal asfaltado de la carretera, muy sinuoso, fueron 2 caídas, pero pudieron ser alguna mas, la llegada a Ponferrada fue un poco nuboso a consecuencia del cansancio del dolor, del calor, pero aun tengo fuerzas para continuar y alcanzar la base del puerto de Pedrafita do Cebreiro, donde paramos para comer.

Fueron casi 2 horas de parada, lo cierto es que no podía ser menos, comienzo el puerto con suavidad quería llegar bien y poder disfrutar del ascenso y fue así , en el camino también supero a varios ciclistas, pero esta vez sin cegarme, los supero sin cambiar de ritmo, eso me daba ánimos y pensaba que no andaba tan mal.

O Cebreiro me recibe con un calor asfixiante y mucha humedad, a pesar de ser casi las 18’00 h., después de 12 h. alcanzo me objetivo, había mucho ambiente peregrino, miraban con curiosidad y un poco de sorpresa, cada loco con su tema pensaría alguno.

No tenía mucho tiempo para descansar, así que una ducha una buena cena y cama, mañana habría otra jornada durísima, el territorio gallego es muy ondulado, me esperaban 1.200 m., de desnivel acumulado en 4 ó 5 ascensos, pero eso será otra historia.


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