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jueves, 24 de enero de 2019

UN MAL DIA LO TIENE CUALQUIERA:

UNA TARDE HORRIBILIS


        Esto es un pequeño relato de una tarde invernal que pudo convertirse en una pesada larga y aburrida pero con algo de voluntad y un poquito de sacrificio consigo recuperar y arreglar. Esta situación le puede pasar a cualquiera y en cualquier momento, por suerte no es exclusiva mía “menos mal”, pero es algo que tiene tan fácil solución que podemos arreglar si sabemos dar el giro necesario y poner algo de orden a nuestra cabeza, intentar comunicar nuestro interior con la naturaleza está al alcance de todos solo es cuestión de dar ese paso con un poco de voluntad para convertirla en un encuentro extraordinario.
Atardecer desde un lugar habitual de escaladas, Pedra Serpal
     MI DESTINO LO MARCA EL VIENTO:

        Fue una tarde cualquiera a final de enero a muy pocos días de rematar el mes, hace frio pero al menos esta tarde no llovía como días pasados y algún rayo de sol entraba por mi ventana iluminaba e invitaba a cualquier cosa, a pesar de eso estaba siendo una tarde aburrida de verdad. No fue un día especialmente tan difícil como puede parecer por el comentario inicial: en el trabajo del muro todo transcurre como un día normal, tranquilo y relajado el resto nada fuera de lo corriente, pero pudo convertirse en un mal día al menos cuando llega la tarde que se estaba haciendo muy larga, estoy aburrido y en estos momentos solo, sentado en el sofá de la sala viendo la tele pero sin apenas prestarle atención solo pensando y soñando con historias que posiblemente nunca pueda llevarlas a la realidad y aquí no hago otra cosa más que perjudicar la espalda.  

        No tenía ni pizca de ganas de salir ni mucho menos hacer deporte, las sensaciones no eran nada buenas, más bien eran peores, me dolía la espalda, las rodillas, con los gemelos lesionados no puedo pensar siquiera en hacer poco más que un trote corto por el campo, estaba cansado y lo cierto es que no sé el motivo de esta situación, no hice nada especial los días anteriores, la verdad es que no hice nada para estar en este estado tan desastroso pero estaba cansado apático y sin embargo debería estar feliz por las actividades de escalada de este inicio de año y aunque no mucho también hice alguna que otra salida como patinar, pescar o volar en parapente.

         Pero a pesar de este cansancio y en contra de mi escasa voluntad decido coger la bici y salir a dar unas pedaladas a ver hasta donde llegaba, no esperaba casi ni sudar porque tampoco quería ir demasiado lejos era solo para dejar mi conciencia tranquila, además ya era tarde y no podría hacer gran cosa, el destino como un velero lo marcaría el viento yo apenas puedo decidirlo solo pedaleo sin ganas pero con la certeza de que lo necesitaba y me vendría muy bien, quería salir a tomar el aire, quería pensar dejar volar mi imaginación, pero también pude hacer eso mismo sin bici, podía haber ido con más tranquilidad por el paseo marítimo, comprarme una bolsa de pipas dar un pequeño paseo y seguir pensando en mis historias pisando las hojas de este invierno que brillaban con la humedad de la tarde, no tenía necesidad de esforzarme lo más mínimo, para que sudar.

        Pero no, como un gilipollas cojo la bicicleta y salgo a la calle vestido de ciclista, pero el hábito no hace al monje, eso sí salgo con mucha tranquilidad, con parsimonia diría yo, “quien lo iba a decir”, Casi sin darme cuenta cojo dirección hacia las playas, por la hora que era esperaba regresar pronto a casa, pero al menos me habría obligado a romper esta pesada, tediosa y aburrida tarde, por poca cosa que hiciera seguro que mi cuerpo lo agradecería, llevo una temporada larga sin apenas hacer deporte o muy poco, lesiones y el mal tiempo son las escusas más habituales, tampoco hay tiempo por otras cuestiones más familiares pero no por salir ahora será el inicio de nada serio, no pensaba retomar los entrenamientos ya no tengo esa mentalidad de competir como antes y aunque me esfuerce tampoco podría.

        Son unos 4 kilómetros lo que me separa de la playa de Testal, zona marisquera de mi pueblo, desde allí parte un bonito sendero paralelo a la playa, ya lo había hecho en varias ocasiones en bici, paseando o corriendo, es tarde y por la hora que era el sol ya se estaba poniendo en el horizonte y me da de frente, apenas me dejaba ver por donde circulaba no llevo gafas de sol ni siquiera una mala visera que me ayude a vislumbrar el camino ni el terreno que piso, voy casi a ciegas, además de salir a pedalear sin ganas me expongo a darme una torta. “Hay que ser tonto”, voy sorteando los obstáculos que tengo por delante, raíces, piedras, la mayoría tapadas por las hojas, arboles etc., en varias ocasiones casi me voy al suelo de bruces, en una de ellas tengo los reflejos suficientes de agarrarme a un pequeño arbusto y evitar darme una buena hostia hasta las piedras de la playa unos 2 metros y en la que pude hacerme mucho daño, en otras por suerte consigo echar el pie al suelo antes de caerme.

        Hasta ese momento no me daba cuenta del espectáculo que me ofrecía la puesta de sol, solo refunfuñaba y renegaba por lo que molestaba tenerlo justo de frente, en mi tierra gallega estamos muy acostumbrados a esta visión y no caemos en ese detalle, para nosotros la puesta de sol en la mar es una panorámica que vemos a diario, en ocasiones espectacular pero siempre hermosa, la tenemos casi como un cuadro colgado en la pared, lo admiramos pero no perdemos mucho tiempo observándolo, pero hoy será una tarde especial, poco a poco siento como mi espíritu vuelve a renacer, sin apenas darme cuenta pedaleo con más brío, con más energía, mi corazón late con más fuerza, a cada pedalada me siento mejor supongo que por el poco esfuerzo que estaba haciendo o también porque esta situación me recarga las agotadas baterías, me detengo un momento y pongo a funcionar mi cámara también aprovecho para tirar algunas fotos con mi móvil, nada que ya no tenga en mi álbum, pero este momento fue especial y me apetecía hacerlo.

        Con las fotos que consigo esta tarde no esperaba hacer nada especial, solo guardarlas en la carpeta junto con otras muchas parecidas y disfrutarlas viéndolas más tarde, pero viendo el resultado quiero compartir estas sensaciones y momentos vividos de una mala tarde y que posiblemente habría sido una mala muy mala tarde si hubiese continuado tumbado en el sofá de mi casa pero que finalmente consigo arreglar con esta pequeña salida, fue un encuentro casual, inesperado y maravilloso con la naturaleza que espero repetir más veces, no para ver la puesta de sol que estará siempre presente y puedo disfrutarla cuando quiera, pero si para maravillarme de este fantástico ambiente de la ría a la vez que entreno, no es necesario tener ganas de hacer algo, solo hay que intentarlo, creo que es importante obligarse de vez en cuando a salir y disfrutar del entorno que nos rodea aunque sea en solitario, también disfrutar de los amigos, de la compañía de hojas de hierbas lo fácil es quedarse en casa pero con ello nunca disfrutaríamos de estos momentos tan mágicos.

        Al final de esta salida inesperada regreso a casa anocheciendo, algo más cansado por el esfuerzo pero también mucho más satisfecho, no por el ejercicio que no fue para tanto tan solo 12 km., en bici, pero regreso con nuevas sensaciones y una perspectiva diferente de ver ciertas cosas que tenía delante de mi sin querer verlas, también por el fabuloso espectáculo que la naturaleza me regaló esta tarde, estoy contento a pesar de ese cansancio que tenía, pero esta salida me llena lo suficiente y seguro que otro día como el de hoy de nuevo me animara a regresar y ya no lo pensare tanto.                                          
 
 
 
Villareto.